El texto dentro de este bloque mantendrá su espaciado original al publicarse
Hola cariño, soy papá Hay una trampa muy común. Y muy peligrosa. Cuando hacemos algo mal, nos decimos: “Soy malo.” No: “me equivoqué”. No: “actué mal”. Sino: “Soy una mala persona.” Como si un momento de fallo, definiera toda una identidad. Pero una cosa es lo que haces. Y otra, lo que eres. Puedes haber mentido. Sin ser “un mentiroso”. Puedes haber fallado. Sin ser “un fracasado”. Puedes haber hecho daño. Y aun así, ser alguien que quiere hacer las cosas bien. No te estoy diciendo que no asumas tus errores. Claro que sí. Pero no te fusiles por dentro cada vez que te equivoques. La culpa sirve para corregir. No para castigarte toda la vida. Si cada vez que haces algo mal, te etiquetas como alguien malo… acabarás creyéndolo. Y lo más triste: actuando desde ahí. Así que la próxima vez que la líes, que hagas algo que está en contra de tus valores, recuerda esto: No eres tu peor momento. Eres lo que haces justo después. Te quiero hijo. Por siempre.