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No es tu culpa. Pero sí es tu responsabilidad. No elegiste tu entorno. Ni tus heridas. Ni las veces que no te entendieron. Pero ahora tienes algo que antes no tenías: la posibilidad de decidir. Puedes seguir culpando a otros. O puedes mirar lo que hay… y empezar a construir desde ahí. Tú no tienes las mejores cartas. Pero son tus cartas. Y si aprendes a jugarlas bien, puedes ganar igual. La gente fuerte no es la que tuvo suerte. Es la que aceptó su punto de partida… y empezó a caminar. El mundo te debe poco. Pero tú te lo debes todo. Te quiero hijo. Por siempre.