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Hijo, en la vida vas a encontrarte entre dos fuerzas: la comodidad y la exigencia. Si vives demasiado cómodo, corres el riesgo de anestesiarte, de dejar pasar los días sin darte cuenta, como si el tiempo no importara. Pero si te exiges demasiado, si siempre estás al límite, la incomodidad te desgasta, te bloquea y te impide avanzar. No es cuestión de elegir uno de los extremos. Los dos son peligrosos. El secreto está en encontrar ese punto medio donde tienes bienestar suficiente para estar en paz… y al mismo tiempo la incomodidad justa para seguir creciendo. Ese equilibrio no te lo puede dar nadie. No lo encuentras en un libro, ni en una frase motivadora, ni siquiera en lo que yo te diga. Es un proceso que requiere reflexión, honestidad contigo mismo y, sobre todo, sentido común. A veces necesitarás calma. Otras, un empujón más fuerte. Y tendrás que reajustar, porque la vida cambia y tú también. Lo único que no debes hacer es engañarte con frases como “yo siento” o “mi intuición me dice”. La intuición también se manipula. Por eso el equilibrio solo lo puedes lograr siendo consciente, observándote y decidiendo con claridad qué necesitas en cada etapa. Busca siempre ese punto donde no te duermes, ni te rompes. Ahí es donde realmente progresas. Te quiero hijo. Por siempre.