El café frío

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Vas a la cocina, te sirves un café, lo dejas en la mesa, y dices: “ahora vuelvo”.
Pero no vuelves.
Y cuando te acuerdas, está frío.
Lo pruebas, y piensas: “qué pena, estaba perfecto”.
Pero claro, lo dejaste enfriar.

Las relaciones funcionan igual.
No se rompen de golpe; se enfrían por descuido.
Por todas esas veces que dijiste “ahora no”, “ya le escribiré”, o “mañana lo hablamos”.

Si algo o alguien te importa, no lo dejes enfriar.
El calor de la atención se pierde en silencio.

Te quiero, hijo. Por siempre.
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