El día que casi me atropelló un coche yendo con la bici (en mi mente)

Hola cariño, soy papá


Hoy te quiero contar algo curioso, que no sé si le pasa a más gente.

Te pongo en situación.

Iba yo tranquilamente por el carril bici y en sentido contrario venía un coche.

A escasos metros de mí había una entrada a un garaje.

El caso es que yo ya le veía las intenciones y, efectivamente, se cruzó todo el carril bici sin miramientos.

Como si yo no estuviese.

Vamos que aplicó la señal de “ceda al peso” en vez de ceda el paso.

Yo frené, le dejé pasar y continué.

El caso es que, ¿sabes qué se me pasó por la mente?

Que tendría que haber dado un gran frenazo, y medio haberme caído, y el del coche se habría parado por el susto, y habría salido a pedirme disculpas y yo en plan nada, nada, no pasa nada, en plan sé que tengo razón pero te perdono la vida.

Quiero decir, ¿esto le pasa a más gente? ¿Nos montamos películas mentales donde sufrimos una injusticia y vamos de buenos, de perdonavidas, de sufridores?
¿O somos los protagonistas? ¿De repente sucede algo que solo nosotros podemos arreglarlo?

¿Acaso buscamos esa sensación de ser la víctima? ¿Ese reconocimiento social de que te han hecho una injusticia y el causante lo ha confesado y se ha arrepentido?

Pues no te sabría decir, la verdad, no lo he comentado nunca con nadie.

Y lo más curioso, no se me había ocurrido hasta ahora.

A lo que refiero con esto es que

Si tú no estás al mando de tu mente, ella se va a agarrar a lo que sea.

A

Lo

Que

Sea

Y si es dulce bien

Pero si es amargo, también.

Te quiero hijo. Por siempre.

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