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Hay gente que pone todos sus relojes cinco minutos antes “para no llegar tarde”. El problema es que lo saben. Y acaban llegando tarde igual, pero con ansiedad añadida. Nos pasa lo mismo con muchas metas: nos mentimos “para motivarnos”, nos ponemos trampas mentales, como si así fuéramos más disciplinados. Pero la disciplina no viene del autoengaño, sino del respeto por tus propias promesas. Si dices que harás algo, hazlo. Y si no, no te inventes relojes que adelanten la culpa. Te quiero, hijo. Por siempre.