El truco de las galletas: cómo reducir la fricción al mínimo

El texto dentro de este bloque mantendrá su espaciado original al publicarse

Hijo, déjame contarte algo muy simple que puede cambiar cómo consigues las cosas.

Imagínate que tienes visita en casa.
Sabes que a esa persona le encantan las galletas de chocolate y mantequilla.
Si le preguntas: “¿Quieres que las prepare? Solo tardo cinco minutos”, lo más probable es que te diga que no.
No porque no le gusten, sino porque siente que te va a dar trabajo.

Ahora bien, si cuando llega ya tienes las galletas listas, recién hechas, y le dices: “He preparado unas galletas, ¿quieres probarlas?”, casi seguro dirá que sí.
La diferencia no está en las galletas.
Está en la fricción.

En la vida pasa igual.
Tú crees que pides poco, que apenas cuesta, pero el otro siempre siente cierta barrera.
Si te adelantas, si preparas el terreno, si dejas casi todo hecho… aumentas muchísimo las probabilidades de un “sí”.

No se trata de manipular, sino de facilitar.
De quitar piedras del camino para que al otro le quede lo más sencillo posible dar el paso.

Recuerda, hijo:
El secreto muchas veces no es lo que ofreces, sino cómo de fácil se lo pones al otro para aceptarlo.

Te quiero hijo. Por siempre.
Scroll al inicio