¿Eres feliz?

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La mejor respuesta que he escuchado es:
“Lo feliz que me permito ser.”

Porque la verdad es que muchas veces no es que no podamos ser felices.
Es que no nos damos permiso.

Nos decimos que falta algo.
Que no hemos hecho suficiente.
Que primero hay que solucionar X, conseguir Y, demostrar Z…

Y así, postergamos la felicidad.
Como si tuviera que ganarse.
Como si fuera una recompensa y no un estado.

Pero la felicidad no depende tanto de lo que pasa…
sino de cómo decides vivirlo.

Y si no te das permiso ahora, cuando llegue eso que esperas, tampoco lo harás.
Buscarás otra excusa, otra meta, otro “cuando”.

La próxima vez que te preguntes si eres feliz…
hazte otra pregunta:

¿Qué parte de mí no me está dejando serlo… todavía?

Ahí empieza el cambio.

Te quiero hijo. Por siempre.
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