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El otro día una pareja discutía en la mesa de una cafetería Ella hablaba sin parar; él solo miraba el café, dando vueltas con la cucharilla. En un momento, ella se quedó sin palabras, y él, tranquilo, dijo: “¿ya puedo hablar o prefieres que siga escuchando?” No lo dijo con ironía. Lo dijo con calma. Y me di cuenta de que hay gente que escucha para responder, y otros que escuchan para comprender. Hijo, el silencio no es falta de opinión, es dominio de uno mismo. El sabio no necesita demostrar que sabe. Solo habla cuando tiene algo que puede mejorar el silencio. Te quiero hijo. Por siempre.